La más importante festividad mexicana está a la vuelta de la esquina y ya se puede percibir en el ambiente. Las panaderías del país se impregnan del aroma del pan de muerto y todo mundo lucha por reinventar la receta mágica.
Pero este pan no es el único “antojito” para celebrar el día de muertos. Como en todos los ámbitos culinarios de México, nuestro fuerte es la variedad y tradicionalmente, esta fiesta no es la excepción.
Alfeñiques
Probablemente, el segundo postre más popular después del pan de muerto. Mediante este dulce se unen las culturas indígenas, española y árabe, de la cual proviene su nombre.
Los alfeñiques (pasta de azúcar) más tradicionales tienen forma de frutas y calaveras adornadas con los nombres de difuntos. También se encuentran en forma de animales, ataúdes y platillos mexicanos.
Calaveritas de amaranto y chocolate
El amaranto y el cacao son de los ingredientes más antiguos de nuestro país. En el caso del primero, era usado por los Mayas y Aztecas con la finalidad de crear figuras para sus ofrendas. Según fuentes, el amaranto era mezclado con sangre humana y miel para crear figuras divinas.
Por fortuna, la receta ha cambiado drásticamente. Hoy en día las calaveritas se realizan con ingredientes como huevo, agua, piloncillo y por supuesto chocolate y amaranto. Lo ideal es colocarlos en moldes de barro, donde se dejan secar para posteriormente decorarlas con azúcar glass.
Calabaza en tacha
Nada es más representativo del otoño que la calabaza. Por lo general es asociada al Halloween de Estados Unidos, pero en México, la utilizamos para preparar Calabaza en Tacha.
Este postre tiene como ingredientes canela, piloncillo, agua y por supuesto, calabaza. Lo más tradicional es usar calabaza de castilla, llamada así por la reina Isabel de Castilla quien quedó sorprendida por su sabor y decidió nombrarla en su honor.
Figuritas de jamoncillo
Es momento de juntar el arte de hacer figuras con el ingrediente otoñal por excelencia: la calabaza... o al menos sus semillas. Estas delicias tienen su origen en los conventos del siglo XVI y su receta sigue pasando de generación en generación.
Son realizados de manera artesanal en recipientes de cobre donde la leche, el azúcar y las semillas de calabaza, previamente molidas, hierven hasta espesar. Ya fría y maleable, la masa está lista para crear verdaderas obras de arte.
Dulce de Tejocote
La “Piedra ácida” (Texocotl), es un fruto con mucha historia y tradición. Sí, nos referimos al Tejocote cuya palabra tiene origen náhuatl; se deriva del sufijo “xocotl”, usado para designar frutos ácidos, y “tetl” que significa piedra.
En el día de muertos, este dulce es usado como ofrenda para los peques que se nos adelantaron en el camino. En el resto de la temporada otoño - invierno, es comúnmente usado como un remedio eficaz para la tos.
El dulce de Tejocote es una receta “sencilla” en donde la magia la proporciona el hueso del fruto. Es precisamente este quien le da consistencia al desprender una gelatina natural (pectina) rica en beneficios.
Dulces cristalizados
Al igual que muchos de nuestros dulces típicos, los cristalizados tienen su origen en la época prehispánica. En esos tiempos, se cocían en una miel de maguey muy espesa, pero con el tiempo y los intercambios culturales, el piloncillo llegó a reemplazarla.
Una de las particularidades de esta receta es que, a pesar de no ser muy compleja, puede necesitar hasta 4 días para ser completada.
El pueblo Santa Cruz Acalpixca es la zona con mayor tradición en fruta cristalizada en nuestro país, dentro de su variedad se puede encontrar camote, chilacayote, calabaza, nopales, chayotes, manzana, papaya y jícama.
Y para cerrar con broche de oro, hablemos sobre el Pan de muerto.
Se dice que cuando una princesa era ofrecida a los dioses, su corazón aun latiendo se introducía en amaranto para posteriormente ser mordido en señal de agradecimiento a un dios. Con la conquista, estos rituales fueron prohibidos y a cambio se elaboró un pan de trigo en forma de corazón, bañado en azúcar pintada de rojo.
Hoy en día, mucho ha cambiado la receta y diseño de esta obra culinaria, pero su significado y simbolismos siguen siendo extraordinarios.
Su forma es circular, lo que simboliza el ciclo de la vida y la muerte. En su parte superior, surge un pequeño círculo que representa un cráneo y sus cuatro canelillas hacen alusión a huesos y lágrimas derramadas por los que ya no están.
Su representación de la cruz tiene dos teorías: por una parte, representan los puntos cardinales consagrados a los dioses, Quetzalcóatl, Tláloc, Xipe Tútec y Tezcatlipoca. También, se dice que hace referencia a la religión católica introducida a los indígenas en la conquista.
Existen tantas hipótesis con relación a su origen y su evolución, que no nos daríamos abasto. Pero si algo es seguro, es que tanto el pan de muerto como los dulces citados en esta entrada, no pueden faltar en nuestra celebración a la muerte.
Editores Japifeis
04 de octubre, 2020.