La cultura mexicana siempre ha estado estrechamente relacionada con la muerte. Según la mitología mexica, nuestras almas tendrán diferentes destinos según la muerte que tengamos, dichos lugares son el Omeyocan, el Tlalocan, el Chichihuacuauhco y el Mictlán.
Para comenzar a explicar, tomemos como referencia a los guerreros nórdicos, los grandes vikingos que vivían en batalla y morían para encontrar su lugar en el Valhala; justo así, los antiguos mexicas creían que todo hombre muerto en batalla, en sacrificio y las mujeres que fallecían en labor de parto (consideradas guerreras) se ganaban su lugar en el Omeyocan, lugar regido por Huitzilopochtli, habitado por el sol, donde después de 4 años se les permitiría volver a este mundo como un colibrí, el mensajero de los dioses.
El Chichihuacuauhco es el lugar de descanso para todos los infantes que perecen antes de alcanzar un año de edad, se dice que esperan el día en que el resto de los habitantes de este mundo mueran y así ellos puedan tomar su lugar. En este espacio nacen árboles nodrizas con senos maternos de los cuales brota leche y alimenta a los bebés.
Al Tlalocan, espacio regido por Tlaloc, llegan todos aquellos fallecidos por situaciones relacionadas al agua, se tiene la creencia que este lugar es un paraíso en donde nunca falta el maíz, chile, calabaza o frijol además de estar habitado por pequeños animales e insectos.
Por último, tenemos el Mictlán, regido por los dioses Mictecacihuatl y Mictlantecuhtli, señora y señor de los muertos. Es el lugar para las almas que no “encajan” en los sitios ya mencionados, es un espacio oscuro y denso, similar al descrito en la divina comedia de Dante Alighieri, en donde los muertos son sometidos a 9 pruebas para llegar ante los dioses regentes del lugar.
¿Cuáles son estas pruebas?
1. Itzcuintlan o lugar de los perros: según las creencias, una vez que la persona fallece, despierta a la orilla de un río caudaloso en donde le espera un fiel perro (Xólotl). Si en vida fue bueno con ellos, este perro le esperará moviendo la cola y le ayudará a pasar la prueba, pues solo ellos conocen el camino seguro por estas aguas; en cambio, si fue malo con las criaturas del mundo terrenal, nadie le esperará y quedará varado en la primera prueba.
2. Tepectli monamictlan: “lugar de las montañas que chocan”, aquí se encuentran dos cerros de gran tamaño que chocan entre sí repetidamente. Se dice que una vez el alma del difunto supera esta prueba, es despojado de sus cosas materiales.
3. Iztepetl: es aquí donde el camino del difunto comienza a tornarse más difícil. En esta prueba, el alma de las personas debe caminar por 8 cerros de obsidiana azotados por un frío eterno.
4. Izteecayan: lugar donde soplan los vientos de navajas y por el cual el difunto tiene que abrirse paso.
5. Paniecatacoyan: pareciera una continuación del Izteecayan, pues al terminar la prueba, atravesarán por una zona de vientos que inevitablemente lo arrastrarán y azotarán en paredes invisibles.
6. Timiminaloayan: al liberarse de los vientos mencionados, el alma del difunto debe atravesar un extenso campo, en donde manos invisibles disparan flechas que hieren al caminante. Flechas que, según se cuenta, son las perdidas en antiguas guerras.
7. Teocoyocualloa: El jaguar era una de las criaturas más imponentes de nuestro continente y fue venerada por los antiguos guerreros. Es en el Teocoyocualloa en donde estos animales de gran tamaño esperan a los caminantes, quienes, sin importar la cautela, son cazados por estas bestias que devoran el corazón de su presa. En este punto, el alma se encuentra casi liberada, ya que solo algunos restos del cuerpo seguirán su camino.
8.Izmictlan apochcalolca: después de la prueba con los jaguares, el difunto llega a un espacio estrecho, repleto de obsidiana afilada, en donde tiene que abrirse paso; sin embargo, este espacio está cubierto con niebla espesa, lo que dificulta ver los bordes más afilados. Se cree que a causa de esto, al final de esta prueba, el alma de las personas (tonalli) queda totalmente desnuda, dejando atrás la totalidad de su cuerpo.
9. Chicunamictlan: El tonalli, desnuda de toda duda y carente de un cuerpo terrenal, nuevamente se enfrenta a un río de aguas negras, con la diferencia de que ahora el perro fiel no estará más; sin embargo, el alma será capaz de pasar esta prueba por sí sola, siempre y cuando haya dejado toda su humanidad atrás, ya que si duda por un momento y da un paso atrás, la criatura titánica llamada Xochitonal la devorará sin reparo.
Al terminar la última prueba, el difunto, con un gran cansancio, reflexionará sobre su vida reviviendo experiencias (tanto positivas como negativas) y comprendiendo cada aspecto de ella. Solo así logrará ser un alma completa, cargada con sabiduría y los recuerdos de amor de sus seres queridos.
Es así que la niebla se despejará y el Tonalli se verá cara a cara con los señores de los muertos, ofreciendo como tributo todo el amor y sabiduría que los hicieron llegar ante ellos. Algunos dicen que en agradecimiento, estos dioses devotan el tonalli y esta se desvanece en la eternidad, otros cuentan que es en este punto donde los dioses abren paso a un lugar paradisíaco donde las almas tendrán su descanso.
Carlos Maldonado
01 de noviembre, 2020.